Photo © Yves Renaud
Descripción
Wajdi Mouawad es un incendiario. Pero como el ave fénix renace de sus cenizas. Incendios habla de ese renacer, de fuegos que a veces hay que sembrar, del terrible camino que a menudo hace falta recorrer para llegar a uno mismo.
Una mujer acaba de morir y hoy abre la puerta de su silencio y sus secretos. Deja a sus hijos gemelos un traje de tela verde, un cuaderno rojo y dos sobres que son como dos cajas de Pandora de las que surgen males y maravillas, y cuyo contenido lea va a arrastrar a una fabulosa odisea, hacia un continente lejano, hacia un pasado desconocido, hacia un segundo nacimiento.
Wajdi Mouawad nació en 1968, siendo, en sus propias palabras, libanés de infancia, francés de forma de pensar y québécois de su teatro. Eso es lo que le pasa a alguien que pasa su infancia en Beirut, su adolescencia en París y se hace adulto en Montreal. Wajdi Mouawad pertenece a la nueva generación de figuras del teatro que están transformando la escena francófona gracias a una gran fuerza imaginativa y a una escritura de extraordinaria calidad.
«Incendies», segunda parte de su tetralogía, explora los traumatismos y los tormentos de las guerras contemporáneas (Oriente Medio), relacionándolos con historias muy antiguas de odiseas, de incestos y de revueltas de la conciencia individual contra las leyes humanas.
El mensaje de Wajdi Mouawad, sugiere que en Líbano el odio es un instrumento de identificación personal a través de la religión y la caduca cultura comercial americana.
Crítica
Edipo en Líbano
El País, 30 de Mayo del 2008
Sigan a este hombre: Wajdi Mouawad. Va a dar mucho que hablar.
Es libanés, pero vive en Quebec. Théâtre Abé Carré Cé Carré, su compañía, tampoco tiene un nombre fácil de memorizar.
Incendies, la obra que representa en el Teatro Español, es la sorpresa de la temporada. Habla de la familia, el amor, la guerra y el destino, es decir, de temas universales, con aliento trágico. Además de un extraordinario director de escena, Mouawad es poeta, y filósofo a su manera, como Sófocles, Shakespeare y Calderón.
Incendies tiene el grosor de los clásicos.
Es una obra de intriga sin trucos, con un enigma al que Mouawad da 15 vueltas de tuerca,limpias y cada vez más prietas.
Resumir la trama es misión imposible, pero, para que se hagan una idea, arranca con la lectura del testamento de Nawal, libanesa canadiense, muda por decisión propia, que insta a sus dos hijos gemelos a buscar a un hermano cuya existencia desconocían y al padre que creían muerto. Los chicos no están por la labor. Hasta que el albacea de Nawal, tipo esdrújulo maravillosamente interpretado por Richard Thériault, desliza en sus oídos el veneno de la curiosidad.
Este testamento nos embarca en una aventura alucinante. Sin un solo cambio escenográfico, Mouawad lleva la acción adelante y atrás, de Quebec a Líbano,funde realidad y alegoría, viaja por el tiempo y por el espacio con agilidad cinematográfica. Sus nueve actores se multiplican en decenas de personajes. Dicen el texto clavados en el sitio, sin respiro, picándolo como si fuera comedia. La tragedia hay que hacerla así, sin asomo de drama. La primera parte es buena; la segunda, mejor. Nawal es un personaje del tamaño de Antígona, pero los que la rodean también tienen tela. Por ejemplo, esa mujer de a pie que decide inmolarse con un cinturón explosivo.
Sin nombrarlas, porque Mouawad no ha querido hacer un drama histórico, resuenan las tragedias de Líbano y de los campos de refugiados de Sabra y Chatila. Su puesta en escena, de puro desnuda, es un ejemplo máximo de concisión y elocuencia.
No sobra nada, nada falta. Si andan buscando espectáculo, aquí apenas lo encontrarán, pero si quieren ver puro teatro, no se lo pierdan.