Descripción
Mónica Runde: objeto de creación, sujeto de inspiración Mónica Runde representa una excepción en el panorama de la danza contemporánea española. Su rigor, vigencia y creatividad se deben a unos presupuestos conceptuales que van más allá de la capacidad creadora y organizativa. Su trayectoria a lo largo de veinticinco años se basa en la profunda creencia de pertenecer al desarrollo del movimiento coreográfico madrileño, trascendiendo su localismo para asumir lo esencial de éste y trascender estos rasgos peculiares. De está manera navegó en un principio por los conceptos más esteticistas de la mis en scene de la nueva danza francesa sin esclavizarse a esta tendencia, desarrollando elegancia y exquisitez cómo podemos ver en la obra Haz de luz (1993) o Petrus (1996) en sus trabajos con la compañía 10&10 Danza junto a Pedro Berdayes (periodo 1989-2001).
Sus raíces germánicas la dotan, probablemente, de sensibilidad hacia el expresionismo y la danza teatro desde dónde elabora discursos paralelos que nunca cae en lo exagerado. Así el cuidado de lo dramatúrgico y del ritmo escénico se convierten en seña de identidad. Admirada también por los creadores y maestros de la danza iberoamericana, profundiza en aspectos más sociales y comprometidos, donde lo femenino se presenta y representa como algo central, tal y como se aprecia en la creación Hebras de mujer (2005) con la participación de Marcela Aguilar Su capacidad de sentirse parte de la llevan a desarrollar constantes iniciativas de colaboración con otras coreógrafas. Desde éste compartir Runde se renueva de manera constante como ocurre en Cartas al director (2009), obra crítica e irónica creada junto a Carmen Werner y Teresa Nieto.
Finalmente nos sorprende, en el momento de mayor madurez personal, con una obra que aparentemente vuelve al principio, al solo interpretativo, a la expresión máxima de individualidad. Pero no se dejen engañar: Episodios (Temporada 25) es un canto a la libertad y para demostrarlo se deja manipular, recrear, intimar y traspasar por otras miradas. Mónica Runde, objeto de creación, se vuelve sujeto de inspiración, y en una inesperada pirueta, se desprende de los manidos homenajes retrospectivos para entregarse como una niña en manos de los otros, sin ningún prejuicio ni condición. Materia creativa para otros, impone dulcemente su inmensa re-creación y pareciera que es ella quien coreografía la materia gris de Carmen Werner, Pedro Berdayes, Daniel Abreu, Luis Luque y de la dramaturgia de Carla Facci.
Creo que Episodios no es un solo… Es un regalo que resume y trasciende los principios de la danza contemporánea madrileña desde un sentimiento de colectividad, de cooperación, de inteligencia. Y Mónica Runde, tal vez sin saberlo, cómo en un juego de niños, se transmuta en intérprete coral y, sin renunciar a sus más íntimos y personales sentimientos, nos regala una obra calidoscópica, exigente, colectiva, solitaria y honesta.