Photo © Hiroyuki Kawashima
Descripción
Del balbuceo de las lenguas, al universo de Shakespeare; del monotipo de la caverna, a la pródiga riqueza de Picasso; del grito gutural, a los prodigiosos refinamientos de Mozart; de las venus calipigias, a la ingravidez de Giacometti… En el paisaje del arte todo fluye, todo cambia, nadie se baña dos veces en el mismo río heraclitano, aunque el río siga siendo río.
Sólo el flamenco —en opinión de sus carceleros, los puristas— se remite una y otra vez a las fuentes, cegándole así todos los caminos.
Pero ahí llega María Pagés: hinca los tacones en la tradición, alza los brazos, convoca en escena a la libertad al mestizaje y al humor, y una luz deslumbrante saca de las tinieblas el caudal fresco e inagotable del río flamenco.
Rafael Azcona
… ella baila y, bailando, mueve todo lo que la rodea. Ni el aire ni la tierra son iguales después de que María Pagés haya bailado.
José Saramago
En la cumbre de su madurez artística esta bailaora y coreógrafa sevillana se encuentra en su mejor momento creativo. Con su personal concepción del Flamenco. María Pagés, bailaora de brazos “infinitos”, que entiende el arte como algo ilimitado ha conquistado un lugar de gran relieve en el panorama de la danza mundial.
“…El flamenco es un claro ejemplo de cómo la unión entre culturas, razas y religiones, puede crear un eco común…”
Utilizando los códigos fundamentales del lenguaje flamenco e investigando dentro y fuera del mismo, María Pagés, supera las diferencias culturales convencida de que los intercambios artísticos favorecen una mayor comprensión entre los seres humanos.
Es reconocida internacionalmente por su personal concepto estético del Arte Flamenco. Utilizando las acentuaciones flamencas clásicas, sus obras confrontan al Flamenco con otras artes, ampliando su horizonte y abriendo un nuevo camino para el futuro de la danza flamenca.
La Compañía María Pagés ha estado presente en los escenarios más prestigiosos de todo el mundo: en USA, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania, Japón, Singapur, China, Taiwán, Israel, Egipto, Rusia, Mexico, Honduras, España.
Su último proyecto viene de la mano de Mikhail Baryshnicov que invita a María a bailar en el BAC (Baryshnicov Arts Center) de Nueva York , dicho proyecto, impulsado por el Teatro Español de Madrid, se completa con un trabajo de creación de la coreógrafa en residencia en el BAC.
Crítica
Mucha María Pagés
Por Yuris Nórido
María Pagés llena ella sola un escenario, incluso si el escenario es grande, como el del teatro Mella. La hemos visto bailar un flamenco raigal, poderoso, fresco. Es alta y hermosa, tiene una personalidad subyugante, un sentido del humor a flor de piel. Mira al público de frente, diáfana, con confianza, como si lo conociera de siempre. Se entrega, disfruta, baila como si en bailar le fuera la vida; pero no hay nada trágico en el hecho: el baile de María Pagés tiene mucho que ver con la alegría de vivir, con la suerte de poder sentir, gozar, amar… María Pagés baila el flamenco como si hubiera nacido para hacerlo.
Ha venido al Festival con sus músicos y bailarines a presentar el espectáculo Flamenco y poesía, que le pone música y danza a poemas de varios autores. No se trata de reproducir un texto, de tratar de trasplantar la palabra escrita al reino otro del movimiento (algo, por demás, desatinado). Ella va a las esencias, al corazón mismo de un sentimiento, recrea el poema, «escribe» su propia poesía. El espectro de emociones que una buena bailaora puede representar es prácticamente infinito. Cuando vemos bailar a María Pagés, nos cuesta admitir que detrás hay una coreografía, pautas más o menos rígidas. Su baile más bien parece espontáneo, vital. Es como si fuera alumbrándolo sobre el escenario.
Nadie piense, sin embargo, que aquí falta el sentido estilizado de lo bello, la coherencia, el rigor, la voluntad de trascendencia que hacen al arte. El espectáculo se inserta en una tradición que ha hecho del flamenco, más allá de un extraordinario y pujante fenómeno popular, un arte exquisito y delicado. Lo que pasa es que María Pagés no hace alarde de refinamientos, de estilizaciones trasnochadas: lo suyo está más pegado a la tierra, a la gente.
La acompaña un pequeño grupo de excelentes músicos y bailaores: aunque decir «la acompaña» nos suena algo mezquino, porque en realidad cada uno de estos artistas es capaz de centrar un espectáculo. Lo demuestran con creces: la puesta está estructurada de manera que todos manifiesten su talento, aunque el peso mayor lo lleva María, no faltara más. Los momentos de mayor brillantez son los del diálogo entre la bailaora y su grupo, en un contrapunteo que alcanza altas cotas de virtuosismo.
María Pagés taconea incansable, hace ondear el mantón, estalla en un grito, ríe; las castañuelas parecen vivas en sus manos, la música le sale del cuerpo. Cuando una luz cenital la alumbra, parece que todo el flamenco acunara en ella. ¿De dónde sale tanta fuerza? Esta mujer es un manojo de pasión.